martes, 30 de junio de 2009

Sumatorias de pruebas, restas de ánimo

18

Son los cigarrillos que ella fuma con total desparpajo, mirando hacia la nada, disfrutando de ese rito, sin culpa ni cargo. Disfrutando del humo que se enreda en los malvones y árboles del parque, viéndolo elevarse pesada y rítmicamente hacia ese cielo que le escapa al celeste.


1

Es el bombón de chocolate que ingiere cada noche de invierno, porque así lo hace desde que tiene memoria, y porque le encanta cuándo el cacao se desparrama por su paladar. Porque pocas cosas en la vida le alegran tanto el alma como el gusto del chocolate mezclado con almendras o nougats de inciertas procedencia.


5

Cafés cortados por día, distribuidos estratégicamente en sus horas. Siempre solos, salvo cuándo su espíritu indomable decide atacarlo con alguna media luna. Saborizado o no, pero jamás descafeinado, cosa que considera tan absurda como bañarse con paraguas.


6

Libros que lee por mes, antes de acostarse, prefiere robarle horas a su sueño y dormirse enfrascada con las palabras de otros taladrando su cerebro y ensanchando su alma. Ciudades, seres humanos revueltos en su almohada, trascendiendo las hojas impresas.


6

Pata muslo, repartidas entre la semana, jamás pechuga. Acompañados con salsas que ella inventa en sus ratos de ocio, rescatando a la bruja que lleva adentro y pensando que ese wok es una olla que perfuma su nariz sibarita.


5

Verduras que disfruta y come, la cantidad justa para no sentirse un conejo en jeans y remera. Verduras básicas, porque no piensa que la endibia sea algo confiable.


Infinitas:

Sus caminatas bajo la lluvia, despojada de pilotos o paraguas, porque le gusta mirar al cielo cuándo se desarma en indómitos aguaceros. No le importa volver empapada con tanta risa instalada en su cara.


Infinitas:

Las explicaciones que él desliza en la cena, en el auto, en el Shopping, en la calle, tratando de que ella entienda lo poco salubre de su dieta, de su vida y de su alacena. La cantidad de carbohidratos que la harán una mujer completa, equilibrada y feliz y no ésta desquiciada que lo mira resoplando y pensando que si vuelve a oler avena en el desayuno se va a convertir en Linda Blair.



Jodete por boluda si pensabas que en un mundo políticamente correcto ibas a tener un lugar.

jueves, 25 de junio de 2009

Un día rotundo



Rotundo. Redondo. Determinante. Definitivo. Un día de mierda.

Corriste como loca atrás de los horarios de los chicos, que el entrenamiento de rugby, que la escuelita de fútbol, que la reunión para la bendita maqueta del castillo feudal de la clase de History. Si vos ya fuiste al colegio ¡Será de Dios! Se los gritás a los 4 vientos al que te quiera escuchar pero nadie te saca la maldita costumbre de andar corriendo atrás de los niños revisando mochilas, completando tildes y faltantes en las carpetas, googleando sobre La rima de Adolfo Becker y su influencia en la vida de claustro de las ballena del Mar de Bering, vida que casi se parece a la tuya si no fuese que el clima es un poquito más húmedo y el círculo polar ártico te queda para el otro lado a la salida del super.

Andás - cual madre cartonera privatizada - guardando los canutos de los rollos de cocina, tachos de queso crema, sachets de leche, potes de serenitos y cajas de remedios, cereales y sopas quick; todo mansamente acomodado durante 3 meses en el estante de la cocina, ese que cuando estás apurada y querés sacar la lata de azúcar que está atrás terminás tirando todo al recorno como en un pumba la lata de kermesse berreta.

En una sexy pose culoparriba juntás todo lo que fue a parar abajo de las alacenas mientras te cagás en los señores feudales, Alejandro Magno, Aquiles, Zeus y hasta en Atila y los Hunos pasando por la directora del colegio hasta llegar al profesor de History.

Cuando te disponés a tomarte un mate entrás a tu propio castillo feudal -que es la cocina - y te pegás un patinón que casi dejas una cadera y 4 de los molares que te implantaste hace poco casi casi al mismo precio de 200 gramos de jamón crudo porque los que te venían de fábrica los reventaste bruxando.

Mientras hacías patéticamente la plancha inagurando la temporada de pileta en medio del charco de la cocina te diste cuenta de que tu día iba a ser un-día-de-aquellos; en ese preciso instante supiste que lo mejor que te iba a pasar esa jornada era el silencio del teléfono y te das cuenta de que si te quebraste algo estás más sola que Clara, la prima de Heidi. El único llamado que recibiste en las últimas 48 horas es esa grabación pedorra que dice que saliste beneficiada con no-se-que-cosa y revoleás el aparato masticando una maldición sin enterarte pero pensando que si al menos fuese un señor de verdad tendrías una chance de tener una charla interesante.

Te corre un frío por la espalda y finalmente comprobás que se te hizo moco la heladera; esa joyita que te regalaron cuando te casaste con el Gorr hace 16 años y seguía hermosa sin un solo atisbo de óxido - casi mucho mejor que vos digamos - y dándote más satisfacciones que el Gorr que sólo te duró una déacada y lograba llevarte a la misma temperatura del tercer frío en las noches de pasión estival.

La diferencia entre Madonna bailando en el piso de luces disco y yo tratando de levantarme entre cerámicos mojados son solamente 30 años de práctica te decís tratando de pararte sin romperte la crisma nuevamente y cuando manoteas la manija del cajón de los cubiertos lo lográs. Vacias la heladera preguntándote para qué habías guardado esos medio-limones apapuchados en un tupper o qué bizarro picnic pensabas hacerte con 80 sobrecitos de ketchup afanados del Mc Donalds y aprovechando el fresquete otoñal usás la ventana de la cocina como moderna heladera.
Le pedis a Epifanio, el kiosquero de enfrente que te habilite un lugar al lado de los Conogoles y los Sin Parar para meter algo de lo que tenías en el freezer y salís a comprarte una heladera nueva. Ésta tiene el certificado de defunción firmado por el service que te dijo que arreglarle el compresor junto con la serpentina que estaba pinchada y el burlete que no sella te salía casi lo mismo que una de estreno y que tras cartón no se consiguen repuestos.

Suspirás y pensas que si todavía hay repuestos para vos - que tenés 40casi4 - es ridículo que ese tipo no los consiga para una heladera de dulces 16 añitos, pero el del service te mira con cara de que le pediste que recite la tabla de Mendeleiev al revés y se va murmurando un lo lamento señora sabiendo que no le crees que lamente un cuerno porque igual se llevó 50 mangos de la visita técnica básica.

Te preguntas entonces cuanto cobrará un taxi-boy por un service completo y te acordas de ese día que casi te anotás en el Rojas para un curso de plomería y electricidad en el hogar porque se te había roto una llave de paso que te inundó desde el baño hasta el balcón y le pagaste al plomero una suma equivalente a las vacaciones familiares all included en Borneo y Sumatra pero se compensa con el día que en un ataque de Hágalo-Ud-Misma casi decapitás a aquel amorcete que te ayudó a cambiar la cinta de la cortina cuando el taparrollos le pasó rozando a 3 mm de la cabeza.

Terminás por convencerte de que ser mujer en un mundo donde todos los servicios técnicos son brindados por hombres merece una revisión y tu grano de arena para no sentirte tan sola y pelandruna es armarte un grupo de facebook donde se te amontonan las mismas 3 amigas que te siguen a todos lados como el fantasma del Diego al fútbol argentino por lo que te disponés a salir con el mentón en alto y la cartera al codo a enfrentar el masculino mundo de los vendedores de electrodomésticos: te vas a comprar una heladera nueva que la vas a pagar como si adentro estuviese Walt Disney bailando pole-dance en calzones fluo y puñitos de camisa.

Al menos esta vuelta no será como cuando te compraste el auto que te preguntaron si iba a ir tu marido a pagarlo y le pegaste un carterazo al vendedor al grito de ¿Es que acaso me ves cara de que este auto no puede ser todo mío? porque nadie cuestiona a una mujer que se va a comprar una heladera o algún otro electrodoméstico.

Aunque el paroxismo de tu mononeurona pendular se produjo cuando entraste al sexshop a comprar un dildo hermoso color rosa dior adornado con perlitas blancas que hasta te servía de linterna y depertador porque tenía un haz de luz en la punta y tocaba la marcha nupcial. Venías fenomeno haciendo uso del capítulo 2 del Manual de Autoayuda y Ejercicio de las Libertades Individuales del Ama de Casa Moderna hasta que tuviste que pegar el volantazo al escucharte decir es para regalar en una despedida de soltera.

En eso te llama Rita y desde el fondo de tu memoria emotiva Silvio Soldán salta al grito de ¡Tocá la campana! Sin siquiera investigar como fue tu semana te ahúlla que hoy te pasa a buscar para salir a tomar algo porque la de ella fue espantosa-para-olvidar. Con la sutileza y la elegancia de un arbolito de navidad en primavera, acusando que apenas tuvo tiempo de ducharse y acomodarse un poco la facha, a las 11 en punto rumbean para al Soul Café.

El black-out total se presentó cuando tu amiga te llevaba medio a la rastra sacándote el vaso de la mano evitando que te atores con la hoja de menta que rumiabas de costado. Lo último que tiene tu mente en claro fue el grito que le pegaste al barman: ¡Otro cuba libre que todavía me acuerdo de la heladera!


Jodete por boluda si pensaste que Rita no te iba a hacer el aguante. Por algo es lo que más dura a tu lado. Incluso más que aquella vieja heladera.

sábado, 20 de junio de 2009

Se me olvidó que te olvidé




Todos los sábados iban al mismo Pub, todos los sábados cantaban canciones imposibles de esas que solo se entonan cuando se ha ingerido lo suficiente como para desafinar sin pudor y sin remedio.

Todos los sábados el tipo cantaba, emulando a la bestia pop, con su cigarrillo en el diapasón.

Jamás lo había mirado más de cuatro segundos, era solo un ruido molesto de fondo que interrumpía con sus berridos la charla que se intentaba entablar.

Una noche, harta, lo miró, lo sopesó con cuidado, sus manos limpias, ese pelo que pedía a gritos una visita a Roberto Giordano, o Roho en su defecto, la facha del rockero empedernido y se lo llevó a su casa. Pensó en el camino que hay gente que junta perros abandonados, ella en cambio iba a darle cobijo a esa suerte de Pappo con alma de Camilo Sesto.

Se divirtió, le gustaba esa libertad de pensamiento que él tenía, le encantaba no entender su argot, aunque sospechaba que las historias que contaban eran divertidas.

Un día el llevó su guitarra, un bolsito y ella se permitió dejarlo dormir en su casa al menos por cuatro días.

El tiempo es relativo dicen, o una apreciación absolutamente subjetiva. Al cabo del tercer día luego de que ella escuchara los mismos acordes, viera la misma bermuda naranja sobre la silla, e intentara en vano ver la saga completa de “El padrino”, le pidió que se retirara permanentemente de su sillón, de su vida, y de ser posible de las calles conocidas y nomencladas en la Filcar.

El se retiro no pacíficamente, balbuceando incoherencias que ella seguía sin comprender y al cerrar la puerta ella se sintió liberada.

Durante dos meses, lo tuvo a la noche tocándole el timbre. No pudo volver a ese Pub jamás, pero superó el inconveniente, como cuando en el supermercado hay que cambiar la marca de papel higiénico, con el mismo espíritu de resignación.

A los seis meses, una tardecita de invierno de esas en que la Eskabe resulta insuficiente, sonó el timbre, ella se acomodó la coleta del pelo y fue atender. Era él, o eso le pareció a ella, le era difícil reconocerlo fuera de su versión bermudas naranjas o desnudo. Y sin darle a tiempo a nada él le declaro:

- Decime que te morís de ganas de vivir conmigo…


Jodete por boluda si no optaste por cobijar a un perro.

lunes, 15 de junio de 2009

Y de pronto... la nada



Entrás a la librería hecha una tromba y al dar vueltas entre los estantes lo ves ahí parado mirándote revolver los libros. Tomás aire, seria y con cara de estar al borde del tránsito lento, ves que los libros tienen un código interno totalmete incomprensible para el comprador y te sale la voz del Gallo Claudio al decir:

- Tenés los precios de éstos libros? - alcanzándole un par con un gesto descuidado.
- Si, ya te los doy - dice él mientras con una mano se acomoda la maraña de rulos rubios y con la otra se sube los lentes sin marco montados sobre una nariz perfecta.
- Gracias; odio ese código interno - apurás en diálogo. Como el orto pero lo apurás.
- Seguro, se te nota en la cara. Habrás pensado que acá somos todos unos antipáticos, pero en realidad lo hacemos para tener un tema de conversación con las clientas - agrega el buenmozote.

Lo mirás; el tipo logró que te relajaras y te pararas derecha. Le seguís el ritmo y emulando a Memento olvidás la profundidad de los diálogos socráticos y te hacés la simpática diciendo estupideces.

- Tenés razón, disculpame. Entonces vamos a alargar la charla. Traete un cafecito y dame todos los precios de ese estante.

Al menos lograste que él se detuviera en vos y esbozando una media sonrisa se le iluminó la cara. ¿Sabías que sos de esas personas que cuando se ríen brillan? Preferiste que ese pensamiento quedara entre vos y tu otro yo. Te dió los precios que le habías pedido pero te seguía faltando el elefante. Buscabas uno de preguntas para chicos que se titula Por qué esta trompudo el elefante.
- Necesito un elefante - dijiste convencida de que el paquidermo se escondía en el sótano de la librería.

Él te miró de reojo. Ceja derecha en alto, ojos celestes, bigotes poblados y rubios, dorados rulos prolijos le caían por todos lados, sonrisa amplia, dientes blancos (sumó bonus porque los tenía todos), manos de movimientos certeros; a la par de todo eso caminaste con el culito apretado y patijunta rumbo a la estantería de donde sacaron los primeros libros.

- Pará un cachito, yo tenía por acá un elefante - dijo él subiéndose a tu tren de la chanza pocoseso y ambos tan gaznápiros que no podían diferenciar quien era Carozo y quien Narizota.

- Por favor, no me puedo ir sin mi elefante, la vida no es lo mismo sin él - seguías diciendo estupideces por el estilo rogando no dar una imagen tan triste pero no podías parar.

Se agachó a revolver los libros que se apilaban en el piso. Remera naranja de cuello redondo, pantalón de gabardina beige ¿Alguna vez te dijeron que ese pantalón te hace un trasero hermoso y que la remera naranja resalta los ojos divinamente celestes que me miran a través de tus lentes sin marco como tratando de ver que es lo que piensa esta mina que quién carajos será, pero me hace revolver los libreros cuando yo ya casi estaba cerrando....? Otra vez tu otro yo llenándole el bocho a la comehombres de can can agujereadas y rimmel corrido que tenés encerrada en la cabeza.

Aparecido el elefante rumbean hacia la caja y el señor chilló que como no andaba el sistema tenía que hacer la factura a mano y que se yo que más.... ¿Vos haces todo a mano? Tenés unas manos divinas.... ¿Se moverán siempre así o sólo cuando escribís? En casa tengo un montón de lapicitos de colores y 3 resmas de papel. No podés para de pensar pero por suerte tenés esa cara de tarambana sin fecha de vencimiento que disimula lo que ocurre dentro de tu cabeza. ¡Pintameeeeeeeeee! Te grita Elvis Crespo.

- ¿Cómo envolvemos esto? ¿Son todos para regalo? - te preguntó mirándote sobre los lentes con un gesto que hizo que todos esos rulos se moviesen en cámara lenta.

¡Pero que pelaso! dijo la Kloosterboer y suena Luismi en tu cabeza ¡Es tu palpitar, es tu cara, es tu pelo, OHH OHÓH!

- Si, paquetitos separados - decís frunciendo la trompa con cara de estar tomando mate con chuker.
- ¿Cómo los vas a identificar? Son todos del mismo tamaño.
- ¿Tarjetas? - Astuta, sos de astuta....
- Podemos ponerle una etiqueta con el nombre de cada uno de los destinatarios - dijo él mientras envolvía prolijamente los libros demostrando que la astutez no es sólo cosa femenina.

¿Sabías que Papá Noel te tendría entre sus ayudantes envolviendo paquetitos? ¡Qué lindas manos, qué lindos ojos, qué lindo que sos! Pensás mientras hojeás disimuladamente - pero al revés - un libro de Savater.

Te miró por sobre los moños sonriendo otra vez y sentiste que te vino la cistitis de golpe. Hacía moñitos de cinta ribonette con la presición de un ingeniero de la NASA y vos no podías parar de mirarle las manos de dedos cuadrados y uñas cuidadas. Comenzaste a sospechar que se te iban a derretir las febo si no paraba de hacer moñitos y sonreirte.

Le preguntaste por otros autores, te llevaste más libros. Te gastaste como 500 mangos en libros que terminaste regalando para Navidad. Las cosas que provocaron esos ojos. ¡Y ese culo hermoso enfundado en un pantalón de gabardina beige! Te grita tu subconciente tan desubicado como travesti en misa.

Haciéndote la distraída - como cuando te zampás los mantecolitos con coca cola en la cola del supermercado - le das la tarjeta de crédito junto a la cédula del mercosur . Él mira los datos, completa los cupones, amablemente te los devuelve sin emitir una sola palabra más y de pronto sentiste que se hizo la nada.

Una vez más te jodiste por boluda porque donde debiera haber dicho que sos técnicamente soltera y esperando que use tus datos de la tarjeta de contacto para llamarte e invitarte a tomar una copa de vino y debatir sobre libros, la importancia del elefante en la vida moderna, concurrencia a un concurso de envoltura de paquetitos con moños de cinta ribonette a la vieja usanza y MBA sobre demoñologías aplicadas al romance, la influencia del corte del pantalón de gabardina beige sobre las señoras que le miran el culo a los vendedores o los anteojos sin marco en el impacto de un primer encuentro tu cédula sentenciaba Estado Civil: casada.

martes, 9 de junio de 2009

Consulpositorio sentimental


Elba de Villa Elisa

Hola:

Mi marido me deja folletos de gimnasios en la mesa de luz y ha comenzado a llamarme “Ravanna”. ¿Esto significa que ya no me ama o simplemente no le gusta mi físico?

Blackmamba: Salga ya mismo de esa silla. Vaya a una librería compre un talonario de facturas. Acto seguido haga un estimativo de los servicios que usted presta. Deja la factura en la mesa de luz del susodicho encima de un catálogo de underwear de Calvin Klein.
PD: No la ama, ¡asúmalo carajo!

Gabriela: se me pone la calcita y dice “Gorr! Me voy con el profesor de aerobics a ver que puede hacer él con este cuerpito, vuelvo dentro de unos meses cuando tenga el culo como una piedra; mientras tanto planchate vos las camisas, limpiate el baño y cocinate los 90 bifes de carne de toro que te dejé en el freezer”. Que se curta, ¿Quería carne dura? Ahí tiene. Desubicado. Que el culo no está blandito sino tiernito.


Carlos de Caballito

Mi mujer me pidió el divorcio, lo raro es que veníamos atravesando nuestra mejor etapa. Ya no me reprochaba nada, mis salidas no la molestaban. Estaba de buen humor. En fin, no entiendo. Por favor ayúdenme.

Blackmamba: Usted es ante todo un atolondrado, un bebe vientos y perdone la sinceridad pero alguien se lo tiene que decir. Si no le reclamaba nada es porque ya no le interesaba en absoluto modificar algo.

P.D.: Mientras usted iba a saciar su hambre de pelotari frustrado seguramente ella se revolcaba con el vecino. Jodase se lo tiene merecido.

Gabriela: su mujer le pidió el divorcio porque aunque sus salidas no le molestaban le comenzó a joder que volviese. Los dibujitos explicativos se los pide a Fulano y a hacer la mudanza no lo ayudo, pídase un flete.


Elvira de Venado Tuerto

Estoy desesperada, no tengo suerte con los hombres. Conozco a muchos, parecen al principio interesados, me dicen todo el tiempo que soy divina e inteligente, pero luego conocen a mis amigas y se quedan con ellas. ¿Qué me pasa, por qué a mí?

Blackmamba: Usted es una estúpida, su única salida es la lobotomía. Asúmalo de una puta vez, usted es tan pero tan insoportable que ni sus amigas se la bancan. Me atrevo a agregar que le cagan los tipos solo para no tener que verla a usted nunca más.

Gabriela: es que Ud. elige las amigas con el mismo criterio que elige los hombres… como el culo. Múdese lejos y no le diga a nadie. Es preferible que la den por muerta a que la sigan cagando como de arriba de un pino. Si ya se mudó edite un libro contando sus experiencias y haga de ello un éxito de taquilla. Sáquele rédito al lado patético de su vida.


Ernesto de Beccar

Soy un señor de mediana edad, hace un par de semanas, con la idea de ponerle un poco de sal y pimienta a nuestra vida sexual, lleve a mi casa un par de películas porno para ver con mi señora esposa. Las miramos completas, pero desde ese momento cada vez que intentamos hacer el amor, no podemos porque ella me mira y no puede parar de reírse. Intento hablar pero me evita solo se ríe. No se que pensar.

Blackmamba: Disculpe, ja, es muy triste lo que nos relata, ja ja. Me pongo en su situación ja ja ja ja y me angustio mucho, juaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Gabriela: Evite el fetiche porque con una pluma en la mano, la cara de pazguato y en bolas en vez de a Rocco Sifredi se debe parecer Dumbo. jjjuuuuuuaaaaaaaaa jajajajajaaaaaaaajajajaaaaaaa jjuaaaaaaaa Perdón!

viernes, 5 de junio de 2009

Iron Man





Él era un hombre trabajador que en su cuasi-adultez había conseguido una mujer que le planchase las camisas como lo hizo toda la vida su mamá; hasta lo esperaba amable y sin reproches por las noches cuando llegaba a su casa después de lo que él denominaba un día de trabajo agotador. Un matrimonio sereno y apacible; ella le cocinaba pescado al horno 2 veces a la semana, puchero a la cacerola los miércoles y sexo tibio los sábados.

La misma vida hizo que te lo cruzaras esa tarde en el barcito del shopping cuando simularon una simpática discusión por la última tartellete de crema pastelera con frutillas. Rutina que repetieron todos los viernes hasta que un día doblaron para el otro lado y se metieron en un telo con las patitas trémulas y la cabeza explotada por la calentura de 4 semanas de mails, mensajes de texto, llamados y tartelletes de frutillas.

Cuando se te engancharon las medibachas de pura seda en el clavo sobresaliente de la silla no chillaste tanto como el día en que te diste cuenta de que te habías enganchado como delantal al picaporte con ese señor que lucía una alianza en su anular izquierdo.

Lo recibías con una sonrisa y en babydoll todos los viernes a las 2 AM después de que él dejase a la esposa jugando al burako en la casa del country con las amigas y se iba para allá los sábados las 11 de la mañana porque lo esperaban para hacer el asado, dejándote hecha un bollo y con ganas de compartir un desayuno decente o una cena en un lugar que no sea tu cama y mirando la última de Terminator.

No se te movió un pelo del flequillo - aunque estás segura que el primer síntoma de gastritis lo tuviste ese día - cuando te vino a contar que iba a tener un hijo pero si era una nena le iba a poner tu nombre. Quiso decírtelo a vos primero porque a vos te podía contar todo, con vos era auténtico y sólo vos conocías a su YO mas íntimo.

Siempre fuiste tan colaboradora; cuando le sonaba el celu y te hacía ¡SSSHHHH! vos automáticamente enmudecías y te tomabas el café a las apuradas porque lo llamaba la esposa avisándole que había sacado entradas para ir a ver la misma peli que querías ver vos ¡Justito la misma peli! ¿Qué loco no? La veías por las tuyas y después la comentaban entre los mails que se enviaban. No era tan buena como habían dicho, mencionando que a él tampoco le gustó mucho y a la esposa menos.

Aquel momento en que le confesaste que te encantaría dormir abrazada a él mientras escuchabas la lluvia pegar contra el techo de chapa... No podes olvidar que te cumplió tu deseo cual Genio en la Botella. Esa siesta en un telo berreta con la lluvia pegando contra el aire acondicionado que no funcionaba mientras él - chocándose los muebles en bolas y a los gritos cual Tarzán urbanizado - hablaba por celular; esa habitación en penumbras está entre tus recuerdos más emotivos y hasta te sigue dando hipo cuando lo hablás en terapia.

O cuando te escapabas de la oficina y recorrías casi la capital completa arriba del 67 rumbo a La Redonda de Belgrano para tomar el té con torta de ricota jugando a ser una pareja normalita, pero él se colgaba con el servicio técnico del celular y vos te dormías mirando la hora que él decía se pasaba tan pero tan rápido cuando estaban cerquita, que el miércoles que viene seguro iban a poder estar juntos un ratito más.

Eso sí: el tipo te cuidaba. Cuando te dejaba en la parada del bondi porque él iba para el otro lado te acomodaba la bufanda para que no tomes frío en las heladas tardecitas de julio en Buenos aires. Vos suspirabas AHH!! que lindo compartir otra tarde con movicom... digo con el Bichi! Todavía guardás de recuerdo los blisters de tabcin antigripal que comprabas casi al por mayor en plena temporada invernal en la farmacia de la esquina de La Redonda de Belgrano.

Circunstancias totalmente imborrables de tu memoria y sonriendo asumís que ni con elevadas dosis de alprazolam te olvidarías de todo lo vivido junto a ese hombre.

Te jodiste por boluda 6 meses después de la primer tartellete cuando pensaste que él iba a resignar las camisas bien planchadas porque estacionado en doble fila en la puerta de tu casa te dijo que eras la mujer de su vida mientras cancheramente te tocaba el culo al bajarte del auto.

 
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