jueves, 19 de diciembre de 2013

El día que Mabel descubrió algo pero aún no sabe qué.

Mabel esperó todo el 2012 el fin del mundo, sentadita y erguida sobre un taburete imaginaba lluvias de sapos y como evento final a Richard Gere en su patio. En su cabeza alocadamente ordenada pensaba que si el polo energético iba a rotar, los budistas del mundo se trasladarían mágicamente y a ella le iba a tocar Richard Gere. Porque si hay que abrirse a la espiritualidad andar rezando y meditando solo ese tipo de budista iba a poder mantenerla entretenida. A comienzo del 2013 ya pensaba Mabel que ni en los mayas se podía confiar y más vale limpiar los azulejos de una buena vez porque el mundo no iba a terminar y a ella no la iban a cachar con la casa sucia. En un mundo justo Mabel hubiera recibido un budista lindo, elegante y con charme, como pago de tanto sinsabores, pero en el mundo Mabel recibió una muestra gratis. Que el susodicho fuera enano, pensó Mabel calibrando en justa medida a su candidato representaba ventajas, un par de bonitos ojos claros compensaban la falta de centímetros. Que hablara como salido de una película de los años cuarenta tenía su encanto, no todos los días se escucha a alguien así. Que se declarara hacedor de música para películas era un punto a favor pensaba Mabel mientras en su cabeza rondaba la idea de que por una vez había que relajarse y ver lo positivo. Todo transcurrió amablemente hasta que Mabel hizo su entrada poco triunfal a la casa del Ennio-Morricone-no-reconocido-ni-por-su-madre. Lo primero que vio fue un perro enorme, portador de toneladas de saliva y pelos que tuvo con Mabel un amor a primera vista. Nuestros antiguos lectores saben que Mabel adora tanto esos desbordes animales como correr a las cinco de la mañana en tanga por el camino negro. Pensó Mabel en huir ipso facto pero estaba decidida, esa relación iba a consumarse aunque apareciera Portal reclamando la tenencia de ese engendro mascotero. Transcurrido un mes Mabel olvidando su casa, ordenada, pulcra y limpia pasaba algún día con el señor, tratando de no decirle Gorrr porque le molestaba, fumando fuera de la vivienda, porque será viciosa pero es respetuosa, comiendo en una mesa de pino que se balanceaba y tratando de dormir en una cama cuyas frazadas olían a perro, eso sumado a que el señor se negaba a calefaccionar el cuarto hacían de cada noche compartida una recreación de las los Ciento un dálmatas en Siberia. A esa altura de las circunstancias Mabel veía vestigios de Oompa Lompa en el petimetre narcisista que la vida le había regalado. Pero pensaba que a fines terapéuticos le venía muy bien codearse con lo más desordenado de Buenos Aires a fin de equilibrar su vida de etiquetas y bolsas herméticas. Calculaba con estupor que la mancha de jabón en el lavabo llevaba ya tres meses en el mismo lugar, pero el señor se mostraba intransigente con el cigarrillo en las macetas. Mabel aprendió infinidad de cosas, parece que el budismo es muy efectivo si uno no encuentra por ejemplo la mesa en la cual votar, ahí Dios escuchando tus plegarias te hace poder entrar a la página inmediatamente por ejemplo. Porque para que están la divinidades para socorrernos en momentos aciagos, y no para ocuparse de las grandes problemas del mundo. No molesten preguntándose después porque estallan bombas y mueren niños en jardines de infantes, Dios está tratando que los enanos mal entrazados del mundo puedan entrar a la página del Ministerio del Interior. Caramba! Aprendió también que el oficio de hacer música para películas es algo que implica un proceso creativo intenso, pero si uno lo hace en un cuarto helado, con un mate lavado, y con olor a rancio, se convierte en algo maravilloso. Pero lo que más desesperaba a Mabel era las ínfulas de habilidoso del señor, el día que entró y vio pallets de madera y lo escucho expresar su deseo de construir los muebles de la cocina con eso, Mabel puteó en afgano por no vivir medicada y dejarse de joder con su resistencia al Rivotril. Casi tuvo que pedir una bolsa de papel de madera para poder respirar hasta lograr una buena hiperventilación que la dejara en trance. Un domingo cualquiera camino a su casa a Mabel la llevó por delante un auto, no la mató porque la vida tiene guardada para ella muchas más sorpresas que podrá sobrellevar gallardamente con un buen paquete de Virginias. El candidato sopesó la situación, vio que el budismo no decía nada de socorrer y acompañar al caído y despidió a Mabel declarando su negativa a continuar una relación dónde no veía esfuerzo ni dedicación en la otra parte. Mabel ahora lo ve divertida, el señor anda rondando a otra colega y aguanta su risa al imaginársela toda ella tan pulcra tan divina tratando de que el perro no le lleve la tanga. Jodete por boluda si pensaste que en todo budista hay un galán en potencia.

 
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