Venías así como agotada y agitada. Decidiste tomarte esas vacaciones que tanto te debías, te importó todo 3 belines, te compraste un pasaje a Brasil y al grito de Vocé abusó te subiste a ese avión.
Ezeiza era lo que suele ser Ezeiza un jueves a las 5 AM. Lleno de ejecutivos con maletines, repletos de tecnología desbordante hasta por las orejas entre laptops y blackberrys ocultos tras sus rayban esperando que sus amantes lleguen a tiempo a tomar los vuelos posteriores. Señores de traje y corbata en pleno julio porteño con 3º C que llegan a San Pablo donde la temperatura promedio es de 25º, no es simple la vida del ejecutivo moderno, no señor!!
Vos, como sos persona elegante y porque además sos de esa generación que en navidad estrenaba equipo coqueto te vestiste divina. Y porque también sos de la generación que para viajar en avión no anda de jean rotosos, camiseta desteñida y zapas de lona ¡Que tanto, a cagar con la modernidad del grunge donde todo el mundo anda roñoso!, Te pusiste un outfit (ahora se dice outfit, viste Mabel?) todo negro precioso, con pañuelo animal print al cuello, una serie de capitas de cebolla de ropita variada toda encimadita y zapatitos de animal print “al tono”. Te faltaban las rosas rococó rosadas y eras tan patética como Mirta Legrand en el Provincial en enero. Te acordaste de que ese programa trae suerte cuando se largó a llover como la putamadre y en Ezeiza demoraron el vuelo porque a ese paso se te partía el avión de un rayo. Eso si tu maledetta suerte se mantenía como hasta ahora (otro día te cuento).
Te subiste a ese avión toda vestida de negro y animal print, con cara de culo, cagada de sueño, esperando que te den ese café espantoso y casi te infartás cuando el señor del asiento del otro lado del pasillo se ofreció a acomodarte la valija de mano en el portacosos de ahí arriba (el día que aprendas como se llama te morís muerta, mejor no aprendas). Ensayaste una vez más tu mejor cara de tarada agradecida y te escondiste atrás del diario.
A medida que iban subiendo hacia el trópico iba mejorando el clima. Ojo que adentro del avión también, y como vos tenés esa manía de las minas de ponerse mil boludeces una encima de otra te fuiste sacando la ropa de a poco. Bueno… te fuiste sacando las capas superficiales de ropa hasta que te quedaste con una alegre y coqueta camisetita.
Feliz de vida te tomaste la coca cola y mirabas por la ventanilla las nubes pasar rogando que ese avión de mierda dejase de temblar y pusiera tu culo a salvo mientras te alienabas del mundo leyendo las instrucciones de emergencia del aterrizaje, te prometiste nunca más estrenas zapatos para un viaje en avión porque si se cae te los tenès que sacar. Una es capaz de dejar al perro ahogarse pero no un par de zapatos de Sarkany.
En eso estabas cuando aterrizaron el Guarulhos y chocha de la vida ya te relamés pensando en esa playa preciosa que te espera en Guarujá, en la cantidad de caipirinhas y caipiroskas que te vas a tomar, en la de metros de piolín de tanga que vas a tener que soltar producto de todos los hidratos de carbono que vas a comer cuando de pronto escuchás “sos un boludo, sólo a vos se te ocurre ponerte camiseta de frisa y traje de lana cuando vamos a San Pablo que están haciendo 27 grados! Aprendé de ella, que se vino poniendo en pelotas todo el camino!"
STOP!! Frenaste en seco, paraste a todos los que venían descendiendo por esa manga del avión, indignada como nunca te diste vuelta y les dijiste con tu mejor cara de culo “yo no me puse en pelotas, me aggiorné darliiinnnn!" Obvio que se te cagaron de risa en la cara pero al menos sirvió para que el garoto gostoso de olhar bonitinho de la fila de asientos contigua que te ayudase con el portacosos te acompañara hasta la cinta de las valijas meta charla y risitas y si siempre venís a bailar acá y de què signo sos y esas cosas. Tras un breve intercambio de opiniones se dio el esperado cambio de tarjetas personales, después de las vacaciones intercambiaron mails – él desde Miami, vos desde la rutinaria y espantosa oficina de Córdoba y Cerrito - con promesas de intercambiar presentes de viaje pero en realidad ya daban tácitamente por sentado que iban a intercambiar fluidos.
A los 20 días te sorprendió tocando el timbre de tu oficina; lo tenías con esa sonrisa amplia de implantes carísimos y un toblerone de 5 kilos en la sala de reuniones de la consultora, saludando a todos como si fuese el pater familis, portando ese ese sex appeal que te hizo mirarlo en Ezeiza. Bien plantado en ese selfconfidence que te invadió junto a la ola de perfume - olor a hombre recién afeitado y salido de la ducha - que tenía al apenas rozarte de lado en ese avión espantoso de pasaje de clase económica a San Pablo.
Así te sentiste cuando lo viste aquella vez y te agarró el panic attack, te sobrevino el ACV y todo junto cuando al pasar junto a la oficina de tu jefe este lo reconoció y lo saludó con un fuerte abrazo pronunciando su nombre con todas las consonantes fuertes bien fuertes “¡Roberrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrto, tanto tiempo!¿Qué hacés acá?”
De ahí en más te dedicaste a tratar de explicarles a tus compañeros de laburo como carajos fue que lo conociste sin que sonara a “me lo levanté durante las vacaciones en el avión y da la bendita casualidad de que justito hoy me lo quería comer junto con ese chocolate riquísimo que se están comiendo ustedes a cambio de un poco de piedad y silencio”.
Jodete por boluda si pensaste que el anonimato del pasillo del avión era perenne.
domingo, 22 de agosto de 2010
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