lunes, 27 de abril de 2009

Textraños



La distancia todo lo complica y mucho más si la misma se acrecienta por el amor. 400 km. los separaban, por lo que decidieron al menos vivir en la misma ciudad y así se sanseacabarían los miles de arrumacos epistolares, los viajes de fines de semana y sobre todo el gastadero de guita en tarjetas de celular que serán quemadas en forma de mensajes textraño con más los gastos extras para poder caminar de la manito por la tarde y zamparse 1000 besos por la noche.

Decidieron que ese no era el camino que los llevaría al tesoro del final del arcoiris y encontraron un tercer-piso-por-escalera-sin-expensas muy mono donde él se mudaría. No estaba muy alejado de la casa de ella y con un viaje relativamente corto a un trabajo que encontraron publicado en un diario de lunes.

Él se dispuso a hacer las valijas y ella colgó las cortinas que le prestó a tía, acomodó unos almohadones que cosió con telas compradas en la retacería y tendió el sommier que consiguió muy barato - pero en muy buen estado - en mercado libre.

3 meses de besos, 3 meses de caminatas al kiosco de la mano, 3 meses de ir juntos al supermercado y acomodar las latas de arvejas en el estante de arriba, 3 meses pasándole cif a ese inodoro que se resistía a blanquearse, 3 meses compartiendo la espera del laverap cual propaganda de Philip Morris, 3 meses sin textraños a la vista, 3 meses donde organizaron una reunión en el departamento y él conoció a la prima del compañero de box de la oficina que se vino de Salta un fin de semana.



Jodete por boluda si pensaste que salirle de garante de un alquiler incluía que no se mudara con otra.

miércoles, 22 de abril de 2009

La noche de la marmota




Todo acto físico que una pretenda realizar luego de hacer el amor, debiera ser subvencionado por el Estado. Ella sabe ésto, levantarse a apagar la luz de la cocina le parece en ese momento, una gesta nacional.

Pero lo mira, lo ve ahí, despatarrado a su lado, le gusta cuando duerme hasta parece un ser humano... Está cansado, y ella en cambio...

Decide levantarse, caminar sin hacer ruido, tocar con sus pies helados el piso frío. Sonríe la marmota...

Apaga la luz, vuelve a la cama y se acurruca a su lado. Él da un manotazo de mono constatando que es ella y sigue durmiendo.

En los próximos veinte años él seguirá durmiendo plácidamente mientras los juanetes de ella, incansables, maternales, seguirán acompañándola a apagar la luz.

Se joderá por boluda.

viernes, 17 de abril de 2009

Malversación de recursos


El programa no era ni muy-muy ni tan-tan, sólo pasar el fin de semana en casa tranquilos y aprovechando que los hijos de los dos estaban con sendos ex cónyuges. Digamos que a cierta altura de la vida es coherente elegir a alguien que disfrute de los mismos gustos de una y quedarse mirando pelis relajados aprovechando la tranquilidad de la casa no era una mala idea. Disfrutándose era la palabra clave.

Con el Gorr hace poco, pero no tan poco, que están juntos, no más de algunos meses y la llevan bastante bien. Los chicos ya se acostumbraron a su presencia, hablan de cosas de todos los días y mientras vos lavás los platos él hace café. Estos detalles le valieron un par de porotos a favor cuando hiciste la matriz FODA al tiempito de que te agarró la manito en el cine.

El tema es que tienen poco tiempo para estar a solas y andan a los manotazos entre las cacerolas mientras cocinás, cuando pasás por el pasillo a los apurones le pegás unos besos mientras él te mira el culo de costelete cuando corrés de acá para allá.

Éste fin de semana es ESE fin de semana. Por lo que te hacés el brushing, te pasás la epilady para que el Gorr no se sienta en el medio del cardal, le das forma a las cejas para tener esa mirada intrigante (¿?) de la que te dice portadora y preparás la escenografía.

Él acepta la invitación de pasar esos dos días juntos y se trae el bolsito. Bah... Bolsito. Una valija que adentro tiene 5 camisas perfectamente planchadas, 8 calzoncillos perfectamente almidonados, hilo dental, cepillo de dientes perfectamente empaquetado dentro de su porta-cepillo-de-dientes, su propia pasta especial para dientes blancos blanquísimos, 6 pares de medias tan albinos que parecen de estreno, otros 4 pares de medias de vestir (1 azul, 2 negros, 1 gris), 3 camperas que le combinan con los 5 pantalones (2 de vestir, 1 pinzado de gabardina, 2 jeans – 1 gastado canchero y otro azul profundo), las zapatillas rojas de lona, las de cuero blancas, los mocasines y los abotinados.

Todo queda milimétricamente ordenado sobre la cómoda y en perchas con las fundas para evitar el polvo, las que también trajo en la valija.

Cenan tranquilos, charlan de cosas sin mucha relevancia como para no amargar la velada y contentos como dos adolescentes se meten en la cama a ver las películas. Comedietas románticas pochocleras porque la idea no es terminar llorando y limpiándose los mocos con la punta de la sábana por dramones ajenos o esquivando tiros y misiles con el Sargento Sanders arengando a la tropa.

Planificaste algo que los relajara y los hiciera buscar puntos en común con tanto amor hollywoodense; todos quisimos ser protagonistas de Love Actually, ellos enloquecen de amor por Mary y nosotras por Jud Law en The Holiday.

El Gorr te manotea un poquito y ese es TU momento. Le decís que ya venís que tenés algo rico para traer y pegás el salto: el salto de la tigresa que tenés adentro y que aflora en determinadas ocasiones.

En el ir y venir te soltás el pelo, te ponés el camisoncito lindo, te sacás las chinelas, te pintás la trompa de rojo, agarrás la fondue de chocolate que tenías semipreparada y le decís con voz de Leonor Benedetto - con los párpados a medio camino haciendo gala de tu mirada intrigante (¿?) Gorr… tengo algo riquísimo para darte.

El Gorr te mira sorprendido pero contento porque le van a seguir dando de comer. Abre la boca como el hipótamo de Pumper -pero él se siente como Nerón - mientras le das frutitas en la boca mojadas en ese chocolate tibio que te chorrea hasta el codo y sonriendo sentís que la tibieza te empieza a invadir los metacarpianos.

Cuando termina la peli el Gorr ya se comió todo, se lavó las manos y los dientes, te dio un piquito y se durmió panza abajo porque mañana empieza carrera de F1 a las 9 AM; Schummy tiene altas posibilidades de ganar y tras cartón Federer está a un punto de quedar finalista en la Davis.

Te jodés por boluda mientras - chupándote los dedos - pateás una funda que asoma del fondo de la valija.

martes, 14 de abril de 2009

El ojo piantao

Él tiene un nick intrigante; cada noche ella se calza sus mejores pantuflas, limpia sus bifocales y se dispone a chatear con él.

Sus letras desparraman ingenio, buen gusto y mundo; si ella se toma algun brebaje etílico hasta le puede encontrar charme la mayoría de las veces.

Pasan los días, los meses, él sigue despotricando contra el medio que les posibilita el contacto. Es tan frío, tan impersonal...

Una noche suena el teléfono, su voz se parece a la del gordo Fritz cuando nos mostraba ese país que seguimos sin mirar.

No hay cam, no hay foto, hasta que un día él se decide a mostrarse.

Ocho meses pasaron, ella lo mira con detenimiento. Mira sus manos pequeñas, propias de un peludo batatero, ese ojo izquierdo que insiste en recorrer sentidos contrarios.

Recorre perpleja ese departamento pequeño, oscuro, ese piso de goma cuarteado...

Y ahí se despabila, y no es por ese miembro flácido que descansa entre sus manos, y no será tampoco por ese ojo rebelde, ni esa deco que le cae como patada en el culo; sino porque, cual Novena Revelación, se da cuenta de que se joderá por boluda al haber creído que las palabras y los hechos se correspondían.

miércoles, 8 de abril de 2009

Ímpetu de juventud



Él era joven y muy seductor, ella era no tan jóven y quería tener sensaciones nuevas, o mejor dicho sensaciones ya olvidadas anque traspapeladas.

Pretendía recobrar de alguna manera el tiempo perdido con tanta ilusión puesta en la falsa madurez ajena por lo que decidió perder por una tarde la propia y se dió cita con ese jovencito que parecía tan ávido y apurado por aprender algunas cositas.

El encuentro era en Plaza Francia. Ella lo esperaría en la esquina y él pasaría a buscarla en su auto que debido a su juventud manejaba con celeridad entre el tránsito alocado de la ciudad. La imágen de ella paradita en la vereda asomándose a verle la cara a los señores de los autos que pasaban era patética pero no le importó ¡Estaba a full!

Por fin él llegó. Frenó y apurado le abrió la puerta desde el lado de adentro diciendo dale, apurate que acá no puedo estacionar. Ella obedeció sonriendo.

En vez de ir a tomar algo - como ella tenía planificado para dedicarle un mínimo de tiempo a un diálogo chiquito al menos para saber si toma agua con o sin gas - él la llevó a pasear un rato por las callecitas de Buenos mientras charlaban sobre la importancia del cilp cuando no te abre la copiadora de CD's y decidieron así - rápidamente - que valía la pena una canita al aire sin mucho que perder.

Nervios por ser la primera vez con un desconocido. Emoción por haberse decidido. Calentura de pensar en el bomboncito que la esperaba. Que mi piel no es la piel de los 15 y todas esas sensaciones que se le cruzaron a ella por la cabeza y por el cuerpo pero deteniéndose en cada una como disfrutando del camino a recorrer. Saboreando cada emoción.

Hubo un solo problema que ella no tuvo en cuenta. Él era rapidito para todo.


Jodete por boluda si vos pensabas que lo bueno si es breve es dos veces bueno, porque entonces el muchachito fue buenísimo.


Basado en una historia real vivida por una amiga que prefiere mantener el anonimato porque aún se está recuperando del susto.

sábado, 4 de abril de 2009

Analfabeta por opción



Estás igual… Declara el sujeto.

Veinticinco años después. Cuarto de siglo sin ver su cuerpo despojado. Único comentario, que se asentará en su cerebro pre-menopáusico.

Estás igual… Y ella lo mira extrañada mientras piensa que el oculista lo cagó con la operación láser y que el tipo es ahora Mister Magoo.

Se queda rumiando la frase pensando que si está igual es porque sigue siendo una adolescente, que le falta ser rubia para lanzarse a producir tiras infantiles - cuál Cris Morena - y cantar Chufa Chufa Chá, que debió haberse dignado al menos a escuchar un par de veces a la gorda Rampolla para no estar igual.

En otra parte de la ciudad él camina feliz con sus tickets para ese estreno que ella espera. Su celular suena con los sms que ella envía cuál lluvia de meteoritos y que se van depositando en sus gónadas.

Mira las entradas, llama a la tía Amelia y la invita al teatro.

Se joderá por boluda.

viernes, 3 de abril de 2009

Muñequita...



¡Nena dame
dame un poco màs
un poco de satisfacciòn!

Rita cantaba como loca mientras iba rumbo a la cena donde la esperaba su amiga. A la tarde habían acordado una salida así, ellas solas, y de paso chusmeaban un rato. Hacía un montón que no se veían.

Estaban en pleno periplo femenino ya acercándose al postre cuando se acarcaron dos señores. Marcelo era amigo de Rita y habían acordado tal vez verse para tomar un café; por lo que - previo llamado telefónico para pasar el dato del lugar donde estaba cenando - pasó a saludarla y de paso presentarle a un amigo.

Ella estaba exultante, radiante ¡Regia! Sentada derecha y vestida con los colores adecuados que resaltaban el color de sus ojos y de su pelo.

Los 4 compartieron un café. Una charla de no más de 40 minutos. Ellos acusaron que se hacía tarde y se fueron tal cual habían llegado. Ellas. Ellos. Cada uno por su lado.

Al día siguiente Rita recibió el llamado de Marcelo. No entraba en la camiseta de contenta cuando él le comentó lo que había opinado el amigo sobre ella y que tal vez la llamaba un día para salir.

A la luz de lo acontecido en los dìas posteriores supongo que debió ser la misma emoción que siente un gatito cuando lo sacan de la vidriera para acariciarlo un rato nomás.

El tipo llamó y la pasó a buscar, le llevó un ramo de rosas y le dijo cositas dulces usando un tono suave y candencioso. Sos una muñequita... resonó en los oídos de Rita y se relajó. Al cabo de 3 horas él se vestía apurado.

Se jodió por boluda mientras se lavaba los dientes con la cartera colgando del brazo y la sacaban del telo con el tiempo justo porque a él - otra vez - se le hacía tarde.

Dedicado al Groncho, para que vea que las mujeres también podemos ser patéticas, aunque esperamos que se nos note menos seguido que a los hombres.

 
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